Ya muchos escribas, de manera sutil, han resaltado el nombre de este gran literato parisino desde la compleja perspectiva en que sus obras se nos presentan, y desde su singular mundo de abstractos placeres que, a quienes han llegado a repasar sus páginas, fueron llevados, no a la cumbre de su más finos pensamientos, sino al olvidado mundo de los días felices, –teniendo en cuenta que todo tiempo pasado fue mejor– cercenados por la ambición que traen el presente y, –oculto bajo la mascara de ideal–¬ el estrés del futuro.
Aquí os presento esos pedacitos de lecturas que suelen transportarnos a los lugares enlagunados de nuestra memoria. Allá nos lleva nuevamente Proust.
“Pero como en ninguno de aquellos gravados, por gustosamente que los ejercitara mi memoria, pude poner lo que ya tenía perdido hacía tiempo, es decir, el sentimiento que nos mueve, no a mirar una cosa como espectáculo, sino a creer en ella como un ser sin equivalente, ninguna de ellas señorea una parte tan honda de mi vida como el recuerdo de aquellos aspectos…”
Un sentimiento recóndito por aquel...–objeto– que no podemos ver sino como único ente entre los centenares distractores de nuestras vidas. Como la primera pelota de fútbol, como la primera Barbie, como la primera guitarra que nos enseñó la escala de sol. Y no necesariamente como lo primero de una larga lista de sustantivos; también encuadran en este contexto, el canto de la tórtola cada domingo que despiertan nuestros sentidos. O el sermón de nuestros olvidados abuelos –o bisabuelos– ¿Quién no extraña esos días?
Del sentido de nuestras vidas, cuando nos sentimos poco ambiciosos o más vulnerables; no somos los únicos:
Y como si no bastara motivarnos, insiste:
Y contra la monotonía de nuestros días, añade:
“Cuando la voluntad, que tan difícilmente conquistó el derecho de entregarse libremente, a sus deseos, y a sus penas, desea echar las riendas en manos de ocurrencias imperiosas, por crueles que sean…”
El sentido está por dentro, la profesión va por dentro, la verdad, la justicia y la fe van por dentro, aquellos grandes sentimientos van por dentro, empero muchas veces hace falta que alguien nos diga eso, y que nos insiste a escudriñar nuestros propios corazones, para extraerlos y repasarlos, para vivir, aunque sea un poquito, de lo bello del pasado, incluso para esos momentos en que las disyuntivas parecen no importarnos, y solo jugamos, como niños, con ellas y sus influencias.
Citas extraídas de, En busca del tiempo perdido.
Por: Elbert A.C.E.
Coes.2@hotmail.com
imagen tomada de: http://concursos.ojodigital.net/
Aquí os presento esos pedacitos de lecturas que suelen transportarnos a los lugares enlagunados de nuestra memoria. Allá nos lleva nuevamente Proust.
“Pero como en ninguno de aquellos gravados, por gustosamente que los ejercitara mi memoria, pude poner lo que ya tenía perdido hacía tiempo, es decir, el sentimiento que nos mueve, no a mirar una cosa como espectáculo, sino a creer en ella como un ser sin equivalente, ninguna de ellas señorea una parte tan honda de mi vida como el recuerdo de aquellos aspectos…”
Un sentimiento recóndito por aquel...–objeto– que no podemos ver sino como único ente entre los centenares distractores de nuestras vidas. Como la primera pelota de fútbol, como la primera Barbie, como la primera guitarra que nos enseñó la escala de sol. Y no necesariamente como lo primero de una larga lista de sustantivos; también encuadran en este contexto, el canto de la tórtola cada domingo que despiertan nuestros sentidos. O el sermón de nuestros olvidados abuelos –o bisabuelos– ¿Quién no extraña esos días?
Del sentido de nuestras vidas, cuando nos sentimos poco ambiciosos o más vulnerables; no somos los únicos:
“Y no es que a veces no aspirara a un gran cambio, que su vida careciera de esas horas excepcionales en que sentimos sed de algo distinto de lo existente, cuando las personas, que por falta de energía o imaginación no saben sacar de sí mismas un principio de renovación, piden al minuto que llega, al cartero que está llamando, que les traigan algo nuevo, aunque sea malo, un dolor, una emoción…”
Y como si no bastara motivarnos, insiste:
“Cuando la sensibilidad, que la dicha hizo callar como arpa ociosa, quiere una mano que la haga resonar, aunque sea brutal, aunque la rompa…”
Y contra la monotonía de nuestros días, añade:
“Cuando la voluntad, que tan difícilmente conquistó el derecho de entregarse libremente, a sus deseos, y a sus penas, desea echar las riendas en manos de ocurrencias imperiosas, por crueles que sean…”
“…y al cabo de unos días ya estaba cansada de su confidenta de ayer, se arreglaba con la otra, y los papeles se cambiaban para la próxima representación.”
Citas extraídas de, En busca del tiempo perdido.
Por: Elbert A.C.E.
Coes.2@hotmail.com
imagen tomada de: http://concursos.ojodigital.net/
3 comentarios:
Bien Elbeeeerrrttt. Lo interesante de los extractos que nos comparte incentivan a leer a Proust.
Me gustó mucho el artículo, y comparto la opinión de Samsa, en el sentido que este artículo nos hace una invitación implícita de leer a Prost
Sin palabras, simple y al punto, para que más. Excelente..............
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