viernes, julio 06, 2007


EL CINE DE MI CIUDAD.

Entre edificios ya construidos y construcciones en proceso de edificación, se hallan lugares donde los sonidos se tornan más fuertes y profundos, resguardos en la oscuridad donde la seguridad no corre peligro; sitios de ideas ajenas que se apoderan de la mente de quien quiera adoptarlas para tomarlas y transformarlas o simplemente reproducirlas. Son las salas de cine de mi ciudad, aquellos espacios que a pesar de su lejanía -económica- en algunos casos, siempre estarán abiertas para aquel que se atreva a mirar cómo piensan y ven el mundo otras personas que se aventuran a revelar su pensar.

En dichos lugares -13 con exactitud, escapándoseme uno u otro que nace y muere no para la eternidad, en algunos momentos del absurdo pero necesario tiempo- las realidades se exaltan sin importar que tan ficticio se torne el celuloide. Las emociones se exponen, en cada plano que sustenta la premisa del guión, y ante todo, lo humano –algo que en la mayoría de sus expresiones no es muy agradable para mi percepción- se refleja minuto a minuto durante la proyección.

En el mismo lugar, las ideas de otros valientes que se atreven a exponerlas para compartirlas y mostrar sus condiciones, que casi siempre –sólo si el espectador está dispuesto- llega a cuestionarnos sobre nuestra realidad; toman forma y se plasman en un carrete que revolución tras revolución se alejan de su creador para llegar a ofrecerle a ese espectador la posibilidad de mirarlas y modificarlas según su intención.

Es entonces espectador de letras muertas o vivas, que le invito a pensar, que tras esa imagen que nos llega, hay todo un trabajo de días, semanas, meses e incluso años, de quienes deciden abordar la vida por el lado del arte de sugerir, no para vivir, sino, para hacer sentir.

Porque el que cine se atreve a mirar, corre el riesgo de perderse en un mundo de acción, fantasía, humor, drama e incluso terror; tan parecido al que se esconde tras la piel y se resguarda entre ropas y lujos, que hasta un delirio le puede causar. Si eres un afortunado espectador de la esencia humana –en lo bueno y lo malo- arriésguese a compartir con su interior o simplemente con el silencio de una reflexión, que tan importante es vivir sintiendo, y sentir que se vive soñando.

Si otros se atreven a proponerle sentir, ¿por qué usted no se atreve a ver… o mejor a mirar?, Propóngase ser un espectador de la vida real; atrévase a apropiarse de su casa, de su calle y de su ciudad como epicentro de realidades, tan suyas como mías, sin importar que tan ajenas no las plantee el medio social.

Y ya, me debo alejar de estas letras que parecieran un texto robado de un libro de superación personal, pero sólo tienen como objetivo: invitarle a conocer y vivir el cine de su ciudad.



“La mejor película, es la vida de aquel que se atreve a observar para analizar su realidad”

Texto:Alejandro Campos
Fotografía: Alejandro Campos