POST SCRIPTUM
Cinco de noviembre de 2006.
8:30 a.m.
Uno a uno nos íbamos reuniendo frente al Centro Penitenciario de la 40. Intermitentes, algunos rayos del sol matutino se escapaban por los hoyos de las nubes y llegaban directo a nuestros ojos soñolientos mientras esperábamos el avance de la fila de ingreso. Con la fundada incertidumbre por su seguridad, ya el dinero y demás objetos de valor habían sido guardados en un pequeño local continuo a la cárcel en donde además alquilaban sandalias y faldas para las mujeres visitantes. Éramos diez personas. Nueve estudiantes de tercer año de derecho y el maestro orientador de la asignatura penal. Para nosotros, una experiencia nueva en nuestra corta vida; para él, el pan de cada día.
Quien quisiera entrar debía someterse a registro completo de datos personales, presentación de documento de identidad, sello de visitante, sello invisible, requisa corporal completa, decomiso de correas y objetos contundentes, entre otras medidas.
-Es por su seguridad. –Afirmaban los guardias-.
8:30 a.m.
Uno a uno nos íbamos reuniendo frente al Centro Penitenciario de la 40. Intermitentes, algunos rayos del sol matutino se escapaban por los hoyos de las nubes y llegaban directo a nuestros ojos soñolientos mientras esperábamos el avance de la fila de ingreso. Con la fundada incertidumbre por su seguridad, ya el dinero y demás objetos de valor habían sido guardados en un pequeño local continuo a la cárcel en donde además alquilaban sandalias y faldas para las mujeres visitantes. Éramos diez personas. Nueve estudiantes de tercer año de derecho y el maestro orientador de la asignatura penal. Para nosotros, una experiencia nueva en nuestra corta vida; para él, el pan de cada día.
Quien quisiera entrar debía someterse a registro completo de datos personales, presentación de documento de identidad, sello de visitante, sello invisible, requisa corporal completa, decomiso de correas y objetos contundentes, entre otras medidas.
-Es por su seguridad. –Afirmaban los guardias-.
Realizados estos procedimientos a la totalidad del grupo, nos hallamos listos para probar un poquito del obligado mundo cotidiano de más de un centenar de asesinos, extorsionistas, secuestradores, atracadores y traficantes de estupefacientes. La humedad y el frío del pasillo conducente al patio quinto coadyuvaban a aumentar la ansiedad creciente. El murmullo parecido al de una escuela primaria en pleno recreo se hacía cada vez más nítido. Podíamos divisar a través de los largos ventanales ubicados en la parte superior de la pared el cielo que en un momento compartiríamos con aquellos condenados. El encuentro era ya inevitable. Cruzamos la última puerta y como si tuvieran un mecanismo de resortes incorporado a su humanidad nos hicieron corillo rostros inclementes, sin darnos tiempo siquiera de parpadear.
Por: SAMGAR
Imagen: Google
Por: SAMGAR
Imagen: Google
2 comentarios:
Que día aquel... aun tratandose de la carcel, este será inolvidable... excelente detalle previo a la 40... me gustó lo de: "nos hicieron corillo rostros inclementes, sin darnos tiempo siquiera de parpadear." ... muy bien Samnuel, muy bien
Felicitaciones, definitivamente escribes muy bien.
Al compartir experiencias como éstas,además de reflejar tu sensibilidad por tus semejantes, recuerdas otra parte de la sociedad humana, frecuentemente olvidada y despreciada
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